Cuarenta años después del desembarco del padre Pedro de Córdoba y sus compañeros en Santo Domingo (1510), llegó la Orden de los Dominicos a lo que hoy es territorio argentino. Dado que la conquista española se desarrolló principalmente de norte a sur, era natural que llegara lentamente a esa zona del vasto continente.
En el siglo XVI son cuatro las Órdenes Religiosas que se instalan en Argentina. Las mencionamos por orden cronológico, los mercedarios (1536) y los franciscanos (1538) que vinieron del oriente. Los dominicos lo hacen por el norte (1550), como luego sucederá con los jesuitas (1585).
Los primeros en llegar fueron los padres Gaspar Carvajal y Alonso Trueno, con la primera expedición de conquista de Tucumán quienes, al mando del Capitán Juan Nuñez del Prado, partieron de Potosí (Alto Perú, hoy Bolivia) en octubre de 1549. A los dos religiosos, los envió desde Lima el presidente de la Real Audiencia, Pedro de la Gasca, llegaron en marzo cuando la expedición ya se encontraba en el noroeste argentino.
Los Dominicos en Buenos Aires
Convento de Santo Domingo
Luego de la llegada a Buenos Aires de la Orden de los Dominicos, entre 1601 y 1602, los Hermanos Fray Pedro Cabezas, Fray Juan Belloso, Fray Juan Rivero y Fray Bernardino de Larraga intercambiaron con la Orden Mercedaria el terreno donde iniciaron la construcción de un convento, bajo la advocación de Nuestra Señora del Santo Rosario, «para que los religiosos tengan un lugar donde recuperarse cuando lleguen a este puerto», escribe Cabezas en sus memorias.
La iglesia comenzó a construirse mucho tiempo después, en el año 1751, y se inauguró parcialmente en 1773. Es uno de los templos, del Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, que mejor conserva las líneas originales, con su planta de tres naves y sus capillas laterales de poca profundidad.